EL RETORNO DEL YETI

Ha sido un viaje de tren agotador, sobre todo para mi bolsillo... Y todo por culpa de mi aficción a la cerveza y a los abusivos precios del vagón-bar, una lástima que no metiera unas litronas entre los demás bártulos de mi equipaje. Así que aquí estoy de nuevo en Barcelona, y como es habitual sin un puto duro, ni tan siquiera para tomarme un café con el que espabilarme en la cafetería de la estación. Ante las pocas espectativas que se me presentan decido cojer mi equipaje y darme un paseito hasta mi nueva casa a ver si con suerte queda alguna birra en la nevera, o en su defecto algo de café.

Por el camino voy fijandome un poco mejor en el nuevo barrio que va a acojer mis huesos durante este año que entra, Sants. Esta vez al ir cargado con menos equipaje que el día de la mudanza, me da tiempo a examinarlo todo mas detenidamente... Y me gusta lo que veo.

Mucho jaléo y movimiento continuo, señal de que hay vida mas allá del centro neurálgico de la ciudad, gente atareada en sus faenas cotidianas o de camino a ellas, grupos de colegiales con los ojos llenos de legañas de vuelta al infierno escolar, una pareja de punkis independentistas de vuelta de una noche de desfase... La típica fauna de cualquier lunes por la mañana, vamos...

Paso por una placita llamada Bonet & Muixí, en ella ocurre diáriamente un fenómeno muy curioso. Y es que en el lugar se dan cita un grupo de ancianos pertenecientes a un asilo que se encuentra en la misma plaza junto con un gran número de yonkis de los de toda la vida, y lo que es más sorprendente, conviven a la perfección, algunos hasta se conocen entre ellos e incluso se sientan juntos a charlar horas y horas (o quizá lo que hagan sea intercambiar algunos medicamentos). La estampa me ha recordado mucho a Cádiz, igualmente llena de viejos sabiondos y de antiguos jinetes igual de hechos polvo que los de aquí, solamente que allá abajo se llevan algo peor entre los dos bandos.

Más adelante me quedo extasiado frente a una churrería debido al embriagador perfume aceitoso que se queda impregnado en mi nariz, también puedo ver un par de tiendas de comics y otra bastante interesante sobre cine... Lástima que solo tenga 30 céntimos y tantos vicios a un tiro de piedra de mi casa.

Finálmente llego a mi calle, donde se respira mas calma y solo se dejan ver algunos viejos madrugadores viniendo de comprar la prensa y el pan. En la misma calle hay también una preciosa casa okupada que data de 1906, y es que en este barrio la juventud (y alguna gente más mayor) se caracteriza por su vena protestona y políticamente incorrecta. Y al igual que en el barrio de Gracia, también aquí se vive muy en serio lo del independentismo catalán, incluyendo los casos aislados de rechazo e intolerancia de que a menudo hacen gala algunos nazi-onalistas. Aunque por supuesto hay de todo en la viña del señor... Sobre todo cabrones/as e hij@s de puta. Eso sí, ¡¡Andalucía Lliure!!

Ensimismado en mis reflexiones llego por fín al portal de mi casa, sudando por cada poro y loco por soltar el maldito equipaje de una puñetera vez. Necesito urgéntemente una ducha y algo caliente que me despeje un poco. En cuanto descanse unas horas tengo como objetivo sumergirme en el nuevo barrio y explotar al máximo todas las posibilidades que este me ofrezca, Tales pensamientos hacen que se dibuje en mi cara una amplia sonrisa y por unos segundos no me sienta tan cansado de la gran ciudad y de los quebraderos de cabeza que esta conlleva.

Abro la puerta de mi nueva casa, dentro se nota el calor, suena reggae a todo volumen y la bienvenida a gritos de mi compañero de piso,... para mi sorpresa me siento increiblemente feliz de estar por fin aquí, lejos.

Lamentablemente por más que rebusco no queda nada de café en la despensa y ni tan siquiera una miserable lata de cerveza en la nevera...

Es una lástima que no abunden los finales felices...¿No os parece?

Atentamente: El Terror que vino del Sur